Antes de la aparición de Un Mundo sin Drogas, Colombia no tenía un programa nacional de prevención de drogas. Era un problema grave, porque, de acuerdo al Ministerio de Justicia de la nación, en Colombia se consumen 640 toneladas de marihuana cada año y alrededor del 30 % de esa cosecha se exporta.
Los voluntarios de Un Mundo sin Drogas le han dado a los colombianos el programa de prevención antidrogas que necesitaban, y desde que el programa se iniciara en el 2006 han trabajado para aumentar la conciencia sobre las drogas entre los colombianos. Ha abordado no solo los peligros y destrucción causados por el tráfico de drogas callejeras ilegales, sino también la devastación que viene como resultado de la adicción al alcohol.
Desde que tomaron la vanguardia en la educación de personas con Un Mundo sin Drogas, se han hecho avances significativos para llevar la información a las escuelas, universidades, comunidades y especialmente a las fuerzas armadas, que han adoptado el mensaje. “Aquí estamos trabajando en la boca del lobo”, dice Ingrida Lingyte, una líder del programa. “Sé que estoy cambiando vidas, cambiando el camino de muchos jóvenes, y eso es salvar vidas literalmente”.
Una historia similar está teniendo lugar en Baja California Sur, el sur del estado de México en la península de Baja, donde los residentes viven alrededor de los consumidores de drogas más voraces del mundo: Estados Unidos. Esto ha generado una plaga que ha durado décadas en esta tierra de narcotráfico y adicción.
Pero un destello de esperanza llegó con la entrada de la Fundación por un Mundo sin Drogas, cuyos programas educativos se ofrecen en escuelas de todo el estado. De hecho, la adopción del estado del plan de estudios de La Verdad sobre las Drogas es la mayor colaboración entre la fundación y un socio hasta la fecha.
Cuando comenzó el nuevo año escolar en otoño del 2017, la Fundación entregó, de forma gratuita, casi 3000 paquetes de materiales para educadores y para sus 40 000 estudiantes de 230 escuelas.