El trabajo humanitario de la Iglesia de Scientology es una parte fundamental de su misión de lograr un mundo mejor a través de campañas sobre derechos humanos, justicia social, alfabetización, educación y ayuda en desastres, y de luchar contra el azote de las drogas, el analfabetismo, la discriminación y la intolerancia religiosa.
Ese trabajo se lleva a cabo a través de ocho iniciativas humanitarias globales, cada una de las cuales se basa en los valores que los scientologists representan y son apoyadas por miembros de la Iglesia a través de sus contribuciones y esfuerzos voluntarios. En el 2017, estos programas influyeron en las vidas de millones de personas alrededor del mundo; en particular, el programa de Ministros Voluntarios de la Iglesia —una de las mayores fuerzas independientes de ayuda en desastres en el mundo—, reconocida ampliamente por responder a desastres naturales, incluyendo huracanes, terremotos, incendios e inundaciones, y traer alivio a decenas de miles de personas afectadas por estos eventos. Desde proteger a vecinos y negocios cuando el huracán Irma llegó a Clearwater, Florida, hasta responder a tormentas devastadoras en Texas, el Caribe y Puerto Rico, o proporcionando ayuda durante el terremoto en la Ciudad de México y los incendios en el oeste de EE. UU., los Ministros Voluntarios ayudaron a miles de personas a recuperarse del impacto que tuvieron estos eventos.
Mientras que los esfuerzos de los Ministros Voluntarios atrajeron una extensa atención pública y elogios por parte de un mundo enfocado en la recuperación tras los desastres, los muchos otros programas humanitarios de la Iglesia también estaban trabajando, promoviendo programas de mejoramiento social para una sociedad más segura y más pacífica.
La Fundación por un Mundo sin Drogas —la mayor organización no gubernamental de información y prevención contra las drogas— distribuyó 19 millones de folletos y vídeos de La Verdad sobre las Drogas en el transcurso del año. Ese trabajo provocó respuestas entusiastas de funcionarios de la ley y grupos de ciudadanos en EE. UU., Europa y naciones de Centro y Sudamérica. Una de esas organizaciones, la Policía Nacional de Ecuador, inspirada por el programa de educación sobre las drogas, organizó un maratón nacional que resultó en 86 000 promesas de rechazar las drogas ilegales.
Dos organizaciones internacionales sin fines de lucro con sede en Los Ángeles, Unidos por los Derechos Humanos y su programa filial, Juventud por los Derechos Humanos, llevaron a cabo amplias campañas de distribución durante el año para educar a millones de personas alrededor del mundo acerca de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Y El Camino a la Felicidad —la guía de sentido común para vivir mejor de L. Ronald Hubbard, bajo la dirección de la Fundación del Camino a la Felicidad—, se puso en las manos de millones de personas para ayudar a promover el respeto y la conversación en naciones donde los conflictos y la supervivencia son preocupaciones comunes. Por ejemplo, el año pasado los 21 preceptos de El Camino a la Felicidad se usaron en las Filipinas para ayudar a mitigar la violenta respuesta de las patrullas ciudadanas a las drogas, que había resultado en asesinatos extrajudiciales tolerados por el gobierno.
El trabajo de la Comisión de Ciudadanos por los Derechos Humanos (CCHR), también tuvo una fuerte presencia este último año; siendo un comité de vigilancia internacional en el campo de la salud mental que se ha expandido hasta incluir más de 170 filiales en el mundo. CCHR, su personal y voluntarios han contribuido con recursos que incluyen desde enlaces con los medios de comunicación, producción de documentales, publicaciones educativas y exhibiciones para exponer los abusos de la salud mental al escrutinio público —incluyendo ofensas penales— y promover leyes para detener el abuso. En algunos de los casos, los voluntarios de CCHR expusieron la negligencia profesional de los psiquiatras y hospitales psiquiátricos, haciendo que la legislación necesaria fuera aprobada para detener las prácticas abusivas.
La eficacia de estos esfuerzos se ha demostrado repetidamente en la historia del trabajo humanitario de la Iglesia, y en el 2017 una vez más se establecieron nuevos niveles de compromiso por parte de los scientologists en su dedicado servicio a la humanidad.