Dublín, Irlanda: a una manzana de la Merrion Square, donde la nueva Oficina de Asuntos Nacionales de la Iglesia de Scientology de Irlanda estaba a punto de abrir sus puertas por vez primera, los miembros de la banda de swing, Jive Aces, llegaron con sus trompetas e instrumentos a una gran sala de recepción en el Hotel Davenport.
Mientras se preparaban con rapidez, el público fue entrando, improvisando una pista de baile enfrente de la banda. Ian Clarkson y John Fordham se quitaron las chaquetas, probaron sus micrófonos, aplicaron los labios a sus instrumentos de viento y las baquetas a la batería y llenaron el aire de música.
Pero alguien llevó a Kieron Swords aparte, persuadiéndole para que volviera al vestíbulo del hotel donde un reportero le esperaba, bloc de apuntes en mano. Swords se mostró con buena disposición al respecto, riendo ante la perspectiva de hablar seriamente sobre derechos humanos, tan pronto como la banda empezó a tocar.
“¿Qué significa, esta oficina, para Irlanda?”, dijo, repitiendo la pregunta. El empresario de la serie de firmas que se centran en tecnología precisa, y scientologist y voluntario durante más de 20 años que ha estudiado realidades de los derechos humanos en Irlanda muy de cerca, se pasó la mano por el cabello cortado casi al cepillo y pensó por un momento.
“El tono del país se elevará, —dijo— porque durante los años siguientes, el crimen y otras perturbaciones van a descender, conforme los programas maduren. Iremos aumentando con el éxito. Tenemos problemas que abordar, personas sin hogar y el problema de la droga, y la tasa de suicidio muy elevada, pero si pueden ayudar solo al 50 por ciento, crearía una gran diferencia”.
Los programas que describía son esenciales para el establecimiento de la nueva Oficina de Asuntos Nacionales de Irlanda, la primera instalación de su clase como Oficina de asuntos nacionales aparte de Washington, D.C. La misión de la OAN es llevar los servicios educativos y los materiales a la gente, en tándem con educadores, policías, gobierno y grupos comunitarios, para abordar la adicción, la situación de los sin techo, los problemas académicos y los derechos humanos, la educación para los jóvenes y para las comunidades que les ayudan, comprendiendo que respetar los derechos humanos en todos los aspectos puede llevar a vidas mejores.
“La gente quiere ponerse una venda sobre sus ojos como si la situación de los sin techo y las drogas no estuviera ahí en las calles ante ellos”, dijo Swords. “Pero cuando [los líderes que se preocupan] empiezan a ver los detalles de la profundidad de los problemas, y ven estas soluciones comprobadas para abordarlos como algo, como dicen, que se puede hacer al respecto. Puede llevar unos cuantos años, pero veremos una diferencia”.
En la recepción al ritmo de la música que la famosa banda seguía tocando, los seguidores de esos programas de concienciación social celebraban el nuevo espacio en el n.º 4 de la Merrion Square, donde el staff de la Oficina de Asuntos Nacionales preparaba su recepción de entrada libre del 15 de octubre.
Entre ellos estaba Cass Warner de la familia Warner Brothers, quien dijo que vino por el cariño que sentía por Irlanda, y para presenciar la inauguración que calificó de “significativa” para los problemas sociales de allí.
“La gente no sabe lo que hacemos”, dijo. “Y así, podemos compartir con ellos el conocimiento para crear un mundo mejor, y mostrarles cómo estos programas son importantes y tienen mucha credibilidad..., y funcionan. Eso es importante”.
Andrew Chalmers, presidente del programa patrocinado por la Iglesia de Juventud por los Derechos Humanos para la India y Nepal, también había llegado para ser partícipe del lanzamiento. Dijo que había sido testigo de los resultados de los programas educativos sobre los derechos humanos que él había ayudado a impartir en los últimos 15 años en las dos naciones, mejorando vidas y fortaleciendo comunidades.
“Fundamentalmente, estos son todos programas educativos usados como instrumentos de enseñanza”, dijo. “Es una forma de abordarlo no antagónica, que no condena ni le dice a la gente que sus opiniones están ‘equivocadas’, sino que fomenta la comprensión y la compasión y una disposición para trabajar juntos para ayudar, para compartir conceptos que nos muestran que la comprensión de los derechos humanos de cualquiera asegura los derechos humanos para todos”.
En la plaza, globos anaranjados y verdes se balanceaban con la brisa, con banderas y gallardetes ondeando al unísono. La casa estaba lista, el sol estaba alto en el cielo, el té listo para servirse. Y entonces, la multitud salió del hotel calle abajo llenando las aceras para la ceremonia de inauguración.
Dentro, el núcleo del mensaje de la Iglesia sobre los programas de mejoramiento social estaba esperando. Caras sonrientes de los amables miembros del personal tras las puertas, listos para iniciar una nueva era para la Iglesia en Irlanda, y su misión ahí.
Afuera en la calle, Colm O’Halloran —scientologist y veterano de los Ministros Voluntarios de socorro en la catástrofe del tsunami que arrasó Sri Lanka— reflexionaba.
“Creo que este es un avance monumental”, dijo Colm. “En términos de Scientology en Irlanda es un cambio radical, una orden de magnitud. Va a ser una fantástica oportunidad de participar, de mejorar las cosas”.